En Cúcuta, el barrio Zulima conmemora por estos días una de sus tradiciones más arraigadas: las festividades religiosas de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, un punto de encuentro que durante más de cuatro décadas ha marcado la identidad de la comunidad. Sin embargo, mientras se celebran estas fechas especiales, los habitantes también enfrentan problemáticas que siguen sin solución.
Los residentes más antiguos recuerdan que, en los primeros años del barrio, existía un riachuelo de aguas limpias que cruzaba la zona, utilizado para el baño y como fuente de abastecimiento en épocas de sequía. En aquel entonces, Zulima no contaba con templo propio y los fieles debían desplazarse a Guaimaral o Ciudad Jardín para asistir a misa. Esta situación cambió en 1979, cuando la comunidad logró levantar su propia iglesia, inicialmente con un techo improvisado y bajo la guía del padre Cadavid. El nombre de Nuestra Señora de Guadalupe surgió gracias a la donación de una pintura de la Virgen por parte de una familia del sector.
Con el paso de los años, especialmente después de 1980, el barrio creció con la construcción de nuevas viviendas y apartamentos, dando origen a la cuarta y quinta etapa de Zulima. Hoy, la parroquia continúa siendo una de las mayores fortalezas del sector, congregando a más de 400 personas cada fin de semana. Entre el 11 y 12 de diciembre se realizan actos especiales, como serenatas con mariachis, misas solemnes, fuegos pirotécnicos y celebraciones de bautizos y primeras comuniones, una tradición que se mantiene desde hace 46 años.
Otro aspecto destacado por los vecinos es el trabajo de las juntas de acción comunal. Líderes comunitarios aseguran que en cada cuadra existe representación social, lo que ha permitido una comunicación constante con la Alcaldía y la organización de actividades para mejorar el entorno. Espacios como la cancha de tierra de la primera etapa y la escuela Miguel Muller han sido históricamente puntos de integración, recordando incluso que este plantel funcionó hace décadas como almacén del Instituto de Crédito Territorial.
No obstante, los problemas persisten. El deterioro de la malla vial es la principal queja en las cinco etapas del barrio, especialmente en la avenida tercera, que según los habitantes lleva hasta diez años sin mantenimiento. Cada temporada de lluvias trae inundaciones, barro y malos olores que afectan la movilidad. A esto se suman parques biosaludables en mal estado, con juegos dañados y falta de iluminación. Desde la Secretaría de Infraestructura se informó que, tras intervenciones recientes en sectores cercanos, se destinará maquinaria para atender puntos críticos de Zulima en los próximos días.
